Solzhenitsyn

“Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos, ellos odiaban a los rusos y a los cristianos. Impulsados por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin pizca de remordimiento… El bolchevismo ha comprometido la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo ignore o sea indiferente a este enorme crimen es prueba de que el dominio del mundo está en manos de sus autores“. Solzhenitsyn

Izquierda-Derecha

El espectro político Izquierda-Derecha es nuestra creación. En realidad, refleja cuidadosamente nuestra minuciosa polarización artificial de la sociedad, dividida en cuestiones menores que impiden que se perciba nuestro poder - (La Tecnocracia oculta del Poder)

martes, 9 de septiembre de 2014

Instituto Tavistock (V)

Viene de aquí.

Tavistock y la Perversa Alianza

Las dimensiones religiosas y místicas de la historia de Tavistock resultan cruciales para cualquier estudio sobre el interés que tenía el Gobierno de Estados Unidos, durante la posguerra, en el modo en que la psicología y la parapsicología
podían beneficiar a las agencias de inteligencia. Fueron Tavistock y su camarilla de científicos quienes primero revelaron los posibles usos que tenían las capacidades paranormales en las aplicaciones militares, y también los primeros en inventar sustancias químicas que estimulasen las capacidades psíquicas.

En dicha camarilla había hombres como el doctor Sidney Gottlieb, jefe del Equipo de Servicios Técnicos de la CIA, con oscuras relaciones, por un lado, con la Operación Paperclip... y, por el otro, con el asesinato de Kennedy.

Baste decir que alrededor del asesinato de Kennedy revoloteaba un denso enjambre de ocultistas, obispos errantes, agentes de inteligencia estadounidenses y científicos nazis. Todos de alguna manera se daban la mano con el presunto asesino de JFK, Lee Harvey Oswald. Todos hablaban de fantasmas, todos practicaban rituales mágicos, todos se agarraban de las manos alrededor de la mesa en una sesión de espiritismo o sacrificaban gallinas en un apartamento de Nueva Orleans. Y, en algunos casos, también eran miembros de la elite dirigente de Estados Unidos, de las familias más acaudaladas y mejor relacionadas de todo el país.

La CIA no fue la primera organización que afrontó la tarea de sondear la mente humana. Las operaciones Bluebird, Artichoke y MK-ULTRA se diseñaron para emular prácticas similares en la Unión Soviética y China, lo que en la prensa popular se denominó «lavado de cerebro». El juicio con fines propagandísticos que se le hizo al cardenal Mindszenty de Hungría constituyó una prueba fehaciente de que los comunistas habían conseguido inventar una técnica para alterar la conciencia de sus presos políticos; Otro ejemplo eran los soldados estadounidenses que regresaban a casa después de haber estado cautivos en Corea. La posibilidad de que tal vez existiera un misterioso método oriental para «nublar la mente humana» asustaba y a la vez entusiasmaba a los hombres de la CIA.

Con el fin de aprender tanto como fuera posible, encomendaron a científicos y profesionales de la medicina la tarea de averiguar cómo funciona la mente y, en concreto, la memoria. Y fueron topándose con prácticas de ocultismo, demostraciones de capacidades psíquicas y técnicas de control mental de los yoguis, los chamanes y los curanderos. Estaba claro que tenían delante un mundo de control mental que merecía la pena explorar, y que dio lugar a algunos de los proyectos más extraños jamás financiados por el Gobierno de Estados Unidos.

En combinación con el trabajo desarrollado por Lewin, Trist y Rees en Tavistock, aquellas drogas, técnicas espirituales y pruebas de laboratorio abrieron una Caja de Pandora repleta de sufrimiento, violencia..., y puede que hasta redención, mediante la transformación: la Caja Negra de la conciencia. En este caso, Tavistock, el principal instituto del mundo en lo que a lavado de cerebros se refiere, estaba siguiendo, sin saberlo, los pasos de los magos, los hechiceros, los gurús y los seguidores de sectas de todos los rincones del mundo. Sin embargo, había una diferencia.

Sin significado, la experiencia carece de contexto; no hay forma de integrar el material en la composición psicológica de una persona. El director de Tavistock, el general de brigada John Rawlings Rees, no sentía interés por el significado, ni tampoco Lewin, Trist ni Adorno. No era su trabajo. El trabajo de ellos consistía en abrir la mente a una manipulación rápida y fácil, no en promover la integración espiritual ni psíquica, ni lo que Carl Jung denomina «individuación». Su tarea consistía en crear asesinos, convertir agentes, interrogar a prisioneros, obtener información y manipular la conciencia. Lo de salvar las almas era para los curas.

La CIA y las sectas satánicas, la mitología de finales del siglo xx es de una coherencia sorprendente aun cuando la máscara sea otra según el caso, de una presunta víctima a otra. Por supuesto, la CIA sí que existe; sus programas de control de la mente, desde Bluebird hasta Artichoke y MK-ULTRA, son de conocimiento público. Su historial de asesinatos políticos y de derrocamiento de varios gobiernos extranjeros también es conocido por todos. Las sectas satánicas, o tal vez debiéramos moderar ese apelativo y llamarlas «sociedades secretas ocultistas», también existen y son de conocimiento público; sus intentos de establecer contacto con espíritus superiores por medio de rituales arcanos también están bien documentados y son bien conocidos.

Si a todo esto sumamos las actividades de espionaje, ya tenemos una perfecta ensalada formada por paranoia, poder y prestigio, que mezcla trabajos secretos del gobierno en cuestión con rituales secretos y la manipulación de esas fuerzas siniestras que hemos estado observando. El secreto apretón de manos que se dan la secta y el código secreto de la agencia de inteligencia; ambos evocan ese poder de relación que se encuentra fuera del alcance de los seres humanos corrientes.

Los agentes de inteligencia y los miembros de las sectas tienen mucho en común. El secretismo es un estilo de vida tanto para el espía como para el hechicero; los dos utilizan códigos y nombres en clave; los dos fingen tener acceso a misterios que resultan inaccesibles para el público general; los dos afirman ser capaces de influir en lo que sucede lejos de ellos con sus capacidades especiales y con su poder. Los dos están especializados en manipular la realidad; los dos son conscientes de que las cosas no siempre son lo que parecen; y son despiadados y, con frecuencia, amorales o inmorales cuando persiguen sus objetivos.

Y cuando una persona es capaz de manipular la percepción de la realidad con tanta facilidad, termina comprendiendo que la Verdad, en sí misma, es un objeto maleable. De modo que era lógico que el seguidor de la secta y el espía gravitasen el uno hacia el otro e intentasen aprender mutuamente.

Este control de la realidad, de la percepción de la realidad y de la creación de una «realidad consensuada» es una poderosa herramienta política. Y lo es desde la Antigüedad, cuando los hechiceros eran capaces de hacer ver que creaban eclipses de sol simplemente sabiendo cuándo iba a tener lugar uno, y actuaban en consecuencia. Para controlar y manipular la realidad de las masas se emplea lo que se conoce como guerra psicológica.

Y de controlar la percepción que tiene una persona de la realidad a conseguir que dicha persona actúe en función de ella, no hay más que un paso.

La CIA y Tavistock estaban abriendo una Caja de Pandora repleta de fuerzas demoníacas: la caja negra de la conciencia. Las técnicas eran, entre otras, el uso de drogas, diversas formas de hipnosis y medidas aún más extremas como las que adoptó el doctor Ewen Cameron en Montreal. Procedimientos conocidos como «inducción psíquica», que consisten en celebrar sesiones de privación sensorial drástica, por el afán de borrar totalmente la conciencia y grabar una nueva sobre la antigua, del mismo modo que grabamos cosas nuevas en una cinta de casete usada. Es la historia del Frankenstein moderno de nuestros días, de un laboratorio abarrotado de Frankensteins y de los monstruos que fabrican éstos, monstruos que
están andando por las calles de nuestras ciudades. La complejidad de la experiencia humana es tal, que sólo podemos preguntarnos qué mecanismos iniciadores existen en nuestro entorno —en la televisión, en los periódicos y en las revistas, y hasta en Internet— que sugieran a esas víctimas, modos de conducta que son peligrosos para ellas mismas y para nosotros.

Sería sólo cuestión de tiempo que quienes investigaban el control de la mente empezasen a examinar lo que hacían los ocultistas, los magos, las brujas, los sacerdotes de vudú y los chamanes de Siberia, a fin de aislar las técnicas que venían utilizándose desde tiempos inmemoriales para suplantar la conciencia de una persona, la habitual, la de todos los días, y sustituirla por una poderosa personalidad alternativa omnisciente, en ocasiones violenta y siempre engañosa, y utilizarla para desvelar cómo actúa la memoria profunda. Porque el programa MK-ULTRA fue en el fondo un ataque a la Tierra de la Memoria; la creación de memorias nuevas, falsas memorias, y la erradicación de las antiguas porque eran peligrosas.

A efectos de inteligencia, en la búsqueda de la perfección, lo que se requería de MK-ULTRA era que fuese capaz de manipular la memoria. Pero al explorar la mente y desarrollar técnicas para descubrir sus secretos, la agencia se metió sin querer en áreas que llevaban miles de años siendo territorio de la religión y del misticismo. Cuando la CIA incorporó al programa el uso de drogas y excéntricas técnicas de privación sensorial, ya teníamos todos los elementos que integran una experiencia ocultista seria. Cultos tan dispares como los misterios eleusinos de Grecia, la doctrina tantra de la India, el chamanismo de Siberia, el chamanismo de los nativos americanos, el taoísmo de China, la cábala judía, y hasta el fenómeno relativamente moderno de la magia ceremonial que tiene lugar en Europa, representada en el siglo XX por la Aurora Dorada, el OTO y personajes como Aleister Crowley. Tal como han demostrado mitólogos como Carl Jung, Mircea Eliade y otros, existe una gran similitud «tecnológica» entre estos misterios, y hay razones para que así sea.

Las doctrinas y los métodos arcanos de una ciencia desechada constituyen el núcleo de este estudio, ya que desvelan los mecanismos mediante los cuales la sociedad en general, y las personas en particular, han sido manipuladas por fuerzas que escapan a su comprensión.

Magia había cuando MK-ULTRA inició la búsqueda de los secretos de lo paranormal y entrevistó a brujas y magos de Estados Unidos y de otros países. La magia ceremonial comienza con la premisa básica, que en ocasiones se formula mediante el axioma hermético de «Como es arriba, es abajo», una frase sencilla que no presagia nada bueno. Los magos están convencidos de que entre los fenómenos percibidos existen conexiones o vínculos, y de que si se actúa en un extremo de dicho vínculo se provoca un cambio en el otro. Los magos se mueven en el mundo de la «no-localidad», un mundo donde la fuerza puede ser un objeto, una onda puede ser una partícula, y todo está en comunicación inmediata con el resto.

El mago maneja los hilos rodeado por un aura de abnegación, un aura creada por la ciencia de Newton, puesto que la ciencia estipula que lo que hace el mago es imposible, que es resultado de la superstición y de la ignorancia. «No existe eso que se llama mafia», afirmó J. Edgar Hoover, director del FBI. Y los capos se partieron de risa.

Control mental y magia: no están muy lejos el uno de la otra. Así pues, el mago es de pronto interrogador e interrogado; él es el encargado de manipular y controlar el entorno, pero no para causar el efecto en otra persona, sino en él mismo. Lo que ha hecho la CIA en su manual de interrogatorios —en sí mismo el producto de MK-ULTRA— es apartar al mago del fin último de todo ocultismo, que es la perfección espiritual y la conciencia elevada, y en lugar de eso concentrar todos los poderes de las técnicas ocultas en un sujeto que no está ni predispuesto ni informado, con el fin de manipularlo a él y a su entorno, de cambiarlo y transformarlo en algo que sea de mayor utilidad para los interrogadores y de peligro mortal para su propia gente. Dicho en la jerga del ocultismo, es magia negra; y magia negra al servicio del Estado.

Se habían abierto las puertas de la percepción, pero no sólo gracias a drogas como la mescalina, el LSD y la psilocibina, sino también gracias a las sesiones de espiritismo, de los chamanes y el ritual secreto. Todas esas prácticas se habían convertido en herramientas de intercambio entre elementos de la CIA, y al atacar con ellas la memoria y la conciencia se abrieron las puertas de la percepción pero, en vez de dejar entrar la Luz, dejaron salir la Oscuridad. Las drogas, el chamanismo y lo oculto. Los siniestros territorios de Charles Manson, de John Rawlings Rees, de los médicos nazis, de Hollywood y de la industria musical, de las sesiones de iniciación de la CIA y del M16. Con el movimiento psicodélico, perturbaron el sueño de antiguas fuerzas. El mundo ya nunca volvería a ser el mismo.

ELIMINAR MEDIANTE LA ILUMINACIÓN

La guerra psicológica, a pesar de existir desde hace siglos, fue un «descubrimiento» durante la Segunda Guerra Mundial. Corea, Filipinas, Vietnam, África, Oriente Próximo, América Latina. La lista de operaciones de guerra psicológica es larga y, en su mayor parte, secreta. Vistas de una en una, estas operaciones de guerra psicológica puede que tuvieran una sucinta finalidad política, definida e identificada por hombres anónimos vestidos con traje de franela gris que se mueven por los pasillos del poder, o bien por presidentes y asesores de seguridad nacional para alcanzar sus objetivos ocultos. Pero fueron,
además, manifestaciones de algo más profundo, de una guerra espiritual, una guerra entre distintas maneras de ver el mundo, una guerra que aún hoy estamos librando, sin darnos cuenta, en la segunda década del siglo XXI.

En 1964 ya se aceptaba que el uso de temas y rituales ocultos formara parte de la planificación de la guerra psicológica. La Special Operations Research Office [Oficina de Investigación de Operaciones Especiales] de la American University de Washington preparó un informe a petición del Ejército estadounidense titulado «Brujería, hechicería, magia y otros fenómenos psicológicos, y sus implicaciones en las operaciones militares y paramilitares efectuadas en el Congo». Dicho informe fue escrito por James R. Price y Paul Jureidini. La American University no era ajena a las investigaciones de la guerra psicológica, dado que en 1950 había visto establecerse allí el Bureau of Social Science Research [Buró de Investigación de Ciencias Sociales]. Los estudios que llevó a cabo sobre la guerra
psicológica en África fueron financiados por el Human Ecology Fund [Fondo para la Ecología Humana], una organización pantalla del programa MK-ULTRA de la CIA.[1]

Entre quienes participaron en la investigación había nazis que el año anterior habían escapado a Estados Unidos como parte de la Operación Paperclip. La relación existente entre lo oculto y los nazis no debería sorprender a nadie que entienda que los nazis de más alto rango estaban contaminados de un paganismo sucedáneo y del ocultismo popular de la Sociedad Thule (en alemán Thule-Gesellschaft), asimilados por las SS en procesiones con antorchas y cánticos rúnicos.

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NOTAS

1.Christopher Simpson, «Science of Coercion: Communication Research & Psychological Warfare 1945-1960», Oxford University Press, Nueva York, 1994.

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